Los teóricos del siglo XXI nos recomiendan pensar en la tecnología digital como una droga.

Y es que la tecnología puede funcionar como una especie de programa mental que nos configura de maneras nocivas. Especialmente cuando no nos damos cuenta de que eso está pasando, cuando la embebemos de valores que no son realmente humanistas, sino que reflejan el sistema capitalista corporativo y su idea de crecer infinitamente sin importar las consecuencias morales y espirituales del incremento económico.

El teórico Douglas Rushkoff es el intelectual que está pensando con más lucidez nuestra relación con la tecnología y cómo eso afecta a nuestra conciencia en la actualidad. Este autor publicó recientemente su manifiesto Team Human, libro central para entender lo que estamos viviendo y hacer algo al respecto.

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Rushkoff afirma que ha "pensando en estas tecnologías como drogas" y que "estamos viviendo en el sustrato seudosicodélico del Internet, sin conciencia de que el set and setting determina la naturaleza del viaje... así que tenemos a todo Estados Unidos en un mal viaje".

Ya McLuhan, un gran teórico de la comunicación, señaló en el pasado que los nuevos medios eran como drogas psicodélicas que podían amputar y embotar nuestras facultades mentales, a la vez que extendían otras. Y luego Tim Leary, en los años 90, predijo que las computadoras serían una especie de ácido lisérgico.

De hecho, el set and setting al que se refiere Rushkoff es un concepto desarrollado por Leary que entiende cómo el lugar, la intención y demás factores configuran literalmente el tipo de viaje que tiene una persona que consume una droga. Y esta configuración, actualmente, es la del sistema económico capitalista.

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Es un poco alarmante lo que está pasando desde este punto de vista, pues la tecnología digital tiene un poder inédito en la historia, por su capacidad de usar a los usuarios no como meros consumidores sino como el producto mismo. Así, los datos que producen en tiempo real los usuarios están siendo tomados en cuenta para generar un mejor producto, una droga más adictiva.

En términos de lo que piensa Rushkoff, entonces, es clave simplemente darse cuenta de que Instagram o Fortnite son drogas que alteran nuestra mente y nuestras actitudes hacia la vida. Entonces, podemos decidir si realmente queremos hacerlo.

Fuente:

Pijamasurf

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