El gran filósofo danés, Sören Kierkegaard (1813-1855) es conocido por considerarse el primer existencialista, pero él pertenece a una rama muy diferente a la de Sartre y Camus. Sören practicaba una filosofía teísta: vinculada a la fe y a la relación íntima con Dios, pero no a través de la iglesia, sino mediante la autonegación.

Claro que la época contextualiza esta información. Imagina vivo hoy a Sören y no tardarás en suponer que todo lo que escribió sería muy distinto. Las épocas están muy arraigadas en los hechos sociales, históricos y políticos.

De todos modos, en 2019 sería difícil que nuestro filósofo danés, que hasta el día de hoy es sumamente leído dentro del mundo filosófico, sea aclamado y querido por las masas. Si bien sus escritos poseen una rebeldía e individualismo avanzado para su siglo, es un individualismo que se centra en la negación de la importancia personal y en la renuncia de las distracciones.

En uno de sus textos, traducidos al inglés como “Four Upbuilding Discourses”, Kierkegaard hace un comentario sobre un proverbio: "Una persona necesita sólo un poco para poder vivir. Necesita eso, sólo un poco de tiempo".

El filósofo danés entiende que contentarse con poco, abre el alma para recibir la gracia divina. Si bien la frase se presta a analizar bajo la lupa del cristianismo, también se admite una lectura budista ya que el apego, la búsqueda de logros y placeres materiales es probable que conduzcan al sufrimiento, la ansiedad y a la desconexión con la propia naturaleza.

Pero desde la mirada de Kierkegaard, la frase apunta a una forma de autoconocimiento que sólo es posible cuando se quita la mirada del mundo. Esta felicidad “con poco” hará que "la persona vea la gloria divina que ha tomado una forma humilde".

En otras palabras, lo que el danés quiere decirnos es que nuestra perfección se centra en ser "indefensos": la humildad es el verdadero camino a la perfección y a la felicidad a largo plazo.

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