Generalmente el ser humano se programa para el éxito, por ello estudia y lucha por superarse, pues la idea es poder  mantenerse económicamente bien y suministrarle a su familia lo necesario para vivir dignamente. Sin embargo nadie tiene ese “éxito” asegurado y la vida nos puede sorprender terriblemente.Saber extraer lo bueno de cada experiencia vivida es lo ideal y a este ritmo ir creciendo, y madurando como persona, apreciando todo de sí, pues a pesar de las dificultades que en ocasiones tengamos que enfrentar, son estas las que nos hacen fuertes y grandes seres humanos finalmente.La historia que hoy les vamos a contar, tocara tus fibras más sensibles y te causara nobles sentimientos de compasión y amor.Una familia que  vivía en Líbano donde el jefe del hogar se dedicaba a manejar una fábrica de chocolates, la cual distribuía a muchos lugares su delicioso producto, generando grandes ganancias que le daban a este hombre y a su familia la ventaja de vivir dignamente y poder darse uno que otro gusto sin inconveniente.Pero de un momento a otro, todo cambio y debieron huir a Yamouk para protegerse de la guerra que en aquel lugar se avecinaba, dejando el trabajo que les proporcionaba el sustento diario, abandonaron su casa, bienes, hasta su ropa. Una situación lamentable, para este hombre y en especial para sus pequeños hijos.Sin ningún reparo este hombre desesperado y teniendo que buscar remedio a su situación, empezó a vender bolígrafos por las calles, ofreciendo a todo aquel que se le acercaba, en sus brazos llevaba a su pequeña hija, caminaba y caminaba tratando de vender algún bolígrafo y así tener algo para comer.Al ver esta conmovedora escena, Gissur Simonarson un activista de Noruega decidió tomarle una foto al hombre con su niña en brazos, pues lucía cansado, enfermo y se notaba que no había probado bocado en días.Gissur impulso a esta foto para que se hiciera viral en las redes y de alguna manera ayudar a esta familia de refugiados, una situación por la cual atraviesan muchas más familias y solo cuentan con la indiferencia y dureza humana, dejándolos en el más triste abandono.Afortunadamente  el objetivo se cumplió y las ayudas no se hicieron esperar, tanto que hoy en día este hombre ha montado una cadena de restaurantes y allí contrató a los refugiados que al igual que él han tenido que sufrir inmensamente.Esto nos demuestra que podemos ayudar, no debemos ignorar el dolor ajeno y tratar de marcar la diferencia, donde la generosidad y la compasión humana se multipliquen y siembren hombres nuevos y felices.