Hay personas que nacen con el instinto natural de ayudar a los demás, de ser ese héroe que muchas veces necesitamos, sin pedir absolutamente nada a cambio. Una de esas personas es Pablo Fracchia, un hombre argentino que desde los 16 años había dedicado su vida a servir a los demás, a ayudar durante desastres naturales y crisis humanitarias.

Pablo, quien tiene ahora 37 años de edad, decidió poner ese noble lado de su vida en pausa únicamente para realizar su sueño de ser padre, y entre complicado papeleo, procesos gubernamentales y un montón de obstáculos, por fin pudo adoptar a la pequeña Mía, una niña que desde su nacimiento ha vivido en hospitales.

Pablo, quien es ahora licenciado en Trabajo Social, tuvo la vocación de servir a otros desde muy temprana edad cuando se enlistó como bombero voluntario, forma en que ayudó a miles de personas, y ofreciendo servicios psicosociales a los familiares de víctimas en accidentes fatales en estado de shock.

A pesar de todas las diferentes circunstancias en las que se llegaba a encontrar, Pablo siempre tuvo el sueño de algún día convertirse en padre, cosa que no sería fácil puesto que su sexualidad era un factor importante dentro de la sociedad. Es gay.

La peor parte es que yo siempre había soñado con ser padre, cuando pensaba en el futuro me lo imaginaba jugando con hijos en un parque. Pero no era frecuente que los gays fueran padres y uno de los obstáculos para ‘salir del clóset’ era asumir que iba a tener que ceder ese sueño. Deseaba ser heterosexual y eso me daba mucha culpa. Me ayudó una psicóloga que me dijo: ‘¿Cómo no vas a querer ser heterosexual si tendrías todo resuelto? No sufrirías discriminación, burlas, no tendrías problemas para casarte y podrías tener hijos.

En octubre del año pasado, mientras se encontraba trabajando, Pablo recibió una llamada que le cambiaría la vida: una bebé de un año y 10 meses llevaba un año viviendo en un hospital. La pequeña había sobrevivido a una perforación de intestino cuando era recién nacida, apenas iba en la segunda cirugía pero nadie en su familia biológica podía hacerse cargo de ella.

La oportunidad de ser un postulante para adoptar a la bebé le fue ofrecida, pero aparte de Pablo otras cuatro parejas heterosexuales también serían entrevistadas. Aún así Pablo aceptó, se presentó para hacer las entrevistas requeridas, y después de mucha espera y nerviosismo… ¡fue elegido!

Creo que nos enamoramos al instante. Cuando la conocí no caminaba ni hablaba. Me enteré que casi se muere en una de las cirugías y que había atravesado todo el postoperatorio sola. Ahí entendí lo que me dijo la juez: ‘Te elegimos porque sentíamos que Mía necesitaba alguien que la abrazara durante un año entero’. Y eso es lo que hago desde ese día, abrazarla. Ahora camina, habla, baila, juega. Descubrió que puede descansar porque hay alguien que la protege.

Al día de hoy Pablo y Mía se ven felices; la pequeña se la pasa pintando, jugando y riendo con su padre en las diferentes fotos que él comparte en su cuenta de Instagram, donde queda confirmado que ambos tienen lo que todos buscamos en una familia: amor incondicional.