Para las mujeres que deseamos ser madres, nada más increíble que traer un hijo al mundo, es una experiencia única y maravillosa. Saber que nuestra existencia se extiende y trae a otro ser humano, producto del amor, indudablemente algo mágico y fenomenal.

Todo es muy hermoso ciertamente, pero el momento del parto es algo que nos pone a pensar, existen muchos interrogantes, inquietud y hasta temor, aunque es un momento sublime, no podemos negar que realmente es doloroso y hasta traumático, por eso para muchas mujeres el quedar embarazadas y tener un parto natural, es algo que las pone a dudar si quieren o no ser madres.

Para Marissa Haeckel el hecho de traer su primer hijo al mundo suponía una decisión difícil, pero que asumió como una verdadera guerrera, quiso tenerlo en el hospital, pero sin ninguna clase de analgésicos, ella quería sentir todo en su primer parto, apreciar la grandeza de Dios reflejada en aquel importante momento.

En esa ocasión todo fue algo frustrante para ella, no le gusto para nada la presión que sentía por parte de las enfermeras y el médico. El hecho de sentirse constantemente vigilada y hasta criticada, por querer un parto natural, la impulsó para que en su segundo embarazo tomara una decisión más drástica y arriesgada.

Esta vez, seria en casa con el apoyo de su esposo y con la compañía de una partera, algo que probablemente le daría más tranquilidad a Marissa.

Llego por fin el día en que conocería la carita de su pequeño, todo en casa estaba preparado para que el parto fuese cómodo y cálido. Que tanto la madre como él bebé pudiesen disfrutar de su momento, lejos estarían las miradas y los cuestionamientos, aquí solo importan los protagonistas de esta historia y el amor que transmite su esposo es fundamental en todo el proceso.

Esta madre estuvo muy adolorida, 36 horas para ser exactos. Rondo por varias partes de su casa, hasta que fue en el baño el lugar donde se sintió mas cómoda, se sentó y empujo, su esposo la miraba asombrado y no dejaba de sostenerla, cuando de repente se asomó la cabeza de su pequeña, con mucho cuidado la tomo en sus manos y dejo que su cuerpo trabaje naturalmente, en 30 minutos expulsó la placenta sin inconveniente alguno.

La niña pesó 4 kilos 300 gramos y midió 56 centímetros, un gran tamaño para un bebé, pero era de esperarse, pues su padre mide 2  metros.

Después de esta estupenda experiencia, Marissa cuenta que se sintió genial y que no se arrepiente de su decisión, recomienda a todas las mujeres perder el miedo y atreverse. Sin embargo, no todas las mujeres están en condiciones de cometer esta osadía, pues algunas tienen condiciones médicas que pueden complicar la situación.

¿Cómo te gustaría tener a tu hijo? Etiqueta a tus amigas que son madres, comparte con ellas esta historia.